Golpistas al poder y guerras de expansión

Publicado el 9 de enero de 2025, 10:31

¿En qué se parecen Trump y Maduro? Esta pregunta parece el comienzo de un chiste, pero responde a una realidad que nos hace conscientes del fracaso de la comunidad internacional en el mantenimiento de la paz y la estabilidad.

Nos vamos a 1992. Hugo Chávez intenta un golpe de estado en Venezuela que acaba en fracaso y su encarcelamiento durante dos años. La justificación del golpe eran la presunta corrupción del gobierno y el descontento social por la mala gestión económica que castigaba a la mayoría de los ciudadanos. Estos factores fueron un caldo de cultivo para el golpismo que se resolvió en 1998 a través de la victoria en las urnas de Chávez.

Avanzamos a enero de 2021, Trump había perdido las elecciones y, en un intento de mantener el poder convocó una manifestación que se dirigía hacia el Congreso y soflamas del propio Trump animando a sus partidarios a asaltarlo, cosa que hicieron diligentemente con un resultado de cinco muertos.

En el caso de Venezuela, el número de muertos fue mucho mayor y había intervención de las fuerzas armadas tanto en el ataque como en la defensa. La gravedad del hecho es indudablemente mayor en Venezuela aunque la gravedad moral es suficientemente comparable. También es un hecho que ambos presidentes han llegado al poder a través del ejercicio democrático de las elecciones que no fueron castigados por el ataque a las democracias de sus respectivos países.

A día de hoy, el heredero de Chávez, el presidente maduro, ha expulsado del país al presunto ganador de las últimas elecciones, se niega a presentar las actas de las votaciones y tomará de nuevo la presidencia en un ejercicio que se puede considerar como golpe de estado blando ya que no implica la violencia al mismo nivel que las acciones del 92 del siglo pasado y el 21 de este milenio que estrenamos de la peor manera posible a nivel internacional, lo que nos lleva al renacimiento del imperialismo militarizado como agenda mundial.

Todos debemos reconocer que hay dos guerras de invasión con apropiación de territorio de una potencia extranjera y voluntad de aniquilar su soberanía para incorporar el territorio del atacado al del atacante. Estas dos guerras de expansión colonial están avanzando inexorablemente sin consecuencias notables por parte de la comunidad internacional que fueran suficientes para recuperar el equilibrio manteniendo la integridad de la Carta de Naciones Unidas que prohíbe la guerra de forma clara y contundente.

China lleva años colonizando el Mar del Sur al estilo israelí previo a la fase actual de agudización del conflicto. El gigante chino aspira a apropiarse de territorios malasios, filipinos y vietnamitas en disputa. Corea del Norte se ha aliado con Rusia en su guerra con Ucrania con vistas a consolidar su poder en una futura incorporación del territorio de Corea del Sur, poniendo nerviosa a China que es a su vez el apoyo necesario para la impunidad rusa.

Trump anuncia sin rubor su voluntad de extender el territorio de EEUU a Panamá, Groenlandia y Canadá. La guerra económica contra este último país comienza con la imposición de aranceles que desestabilizarán la economía y convertirán a Canadá en una víctima fácil cuando el descontento social llegue a su punto máximo.

Por si esto fuera poco preocupante, el mundo enfrenta una colonización del espacio político por parte de las derechas antidemocráticas en Europa y las Américas además de la colonización yihadista en países como Mali, Burkina Faso y Níger que serían espejo de los gobiernos fundamentalistas de Afganistán y Siria.

¿Tenemos futuro los progresistas? Durante los últimos años del franquismo, ser ‘progre’ era una etiqueta que se llevaba con honor mientras que ahora los acólitos de Vox lo están convirtiendo en algo tan negativo como lo eran las etiquetas de nazi y facha que se están rehabilitando a ojos del fascismo emergente.

Juan Fuertes Guillén

Añadir comentario

Comentarios

Maria
hace 19 días

No puedo estar más de acuerdo