Sin entrar en el histórico de la guerra entre Israelíes y Palestinos desde la creación del Estado de Israel, el Derecho Internacional es muy claro al respecto. La guerra actual, usando como origen del conflicto el ataque terrorista de Hamas el 7 de octubre de 2023, es pura y simplemente ilegal.
Aclaremos en primer lugar el reconocimiento de Palestina como Estado. La autoridad palestina legal y reconocida es la Autoridad Nacional Palestina cuyo presidente es Mahmoud Abbas. No importa en derecho que la autoridad de facto en la franja de Gaza fuera Hamas, igual que ninguna guerrilla en el mundo con control de territorio es considerada como representante legítima de un país. Como ejemplo, podemos tomar Sudán del Sur que no tuvo entidad como Estado hasta julio de 2011 aunque tuvo el control geográfico y era la autoridad de facto desde muchísimos años antes. De hecho, Israel ha intentado engañar a la comunidad internacional con la circunscripción del grueso del exterminio palestino a la franja de Gaza y buena parte de la extrema derecha mundial le compra el discurso.
Los ataques de colonos israelíes en Cisjordania han aumentado desde octubre del año pasado desplazando por el momento veinte comunidades, asesinando a civiles y destruyendo viviendas palestinas con la connivencia del ejército israelí.
Se podría argumentar que los colonos no son fuerzas del Estado y, por lo tanto, no se puede hablar de un ataque del Estado de Israel en la zona aún no ocupada de Cisjordania. Eso sería cierto si el Estado de Israel no reconociera como tierra conquistada los asentamientos ilegales y/o sus fuerzas del orden impidieran los ataques contra civiles palestinos en esas áreas.
Tenemos pues un ataque sistemático y un exterminio no menos planificado de palestinos por parte del gobierno de Netanyahu. El reconocimiento de este hecho no convierte en antisemita a quien lo emite. Siendo claros, la acusación de antisemitismo contra los que defendemos el respeto del Derecho Internacional tanto el de Ginebra como el de la Haya es una imbecilidad. No porque, según la definición de la RAE de imbecilidad, el gobierno de Israel sea tonto, estúpido, cretino, idiota, bobo, memo, necio, mentecato, merluzo, dundo o menso, sino porque se aprovecha de la falta de conocimientos de la opinión pública mundial tomando por imbéciles a quienes creen sus postulados.
Voy a dar un ejemplo de auténtico antisemitismo:
En febrero de 2021, fascistas y neonazis españoles celebraron el 78º aniversario de la batalla de Krasny Bor, que libró la Alemania nazi junto a la División Azul contra la Unión Soviética. La convocatoria se hizo por Juventud Patriota, organización neonazi, y la secundaron nazis y fascistas representados por España2000 y La Falange. Durante el acto, Isabel Peralta Medina se dirigió a los asistentes con estas palabras: «Es nuestra suprema obligación luchar por España, luchar por Europa, ahora débil y liquidada por el enemigo. El enemigo siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío».
Lo anterior sí es antisemitismo. Por el contrario, afirmar que Netanyahu es un genocida no implica a los judíos como grupo étnico o religioso; entre la comunidad judía hay muchos y muchas que se posicionan contra el exterminio en Gaza porque tienen sentido de la decencia, la humanidad y el respeto a las leyes internacionales.
Aclarados esos dos puntos, la guerra de Israel contra Palestina no tiene legitimidad. Ninguna potencia tiene derecho a atacar un objetivo, aunque sea legítimo, en territorio de otra potencia extranjera sin contar con la autorización de su gobierno. Si no recibiera la autorización para un ataque quirúrgico, entonces podría atacar bajo la premisa de que la potencia en cuestión fuera colaboradora necesaria dando amparo al objetivo militar de la potencia atacante dándose así el casus belli que permitiría el inicio legítimo de un conflicto internacional.
Dudo mucho que Israel pidiera permiso a Siria para atacar la embajada de Irán y, aunque así fuera, una embajada no es un objetivo militar, igual que no lo son las iglesias, las mezquitas, las escuelas ni los hospitales gazatíes. También es más que improbable que haya pedido permiso al gobierno Libanés para atacar a Hizbollah. Israel no se ha parado ante nada ni ante nadie para llevar a cabo su política de exterminio de todo aquel que quiera impedir su guerra de expansión colonial.
Incluso ha utilizado una interpretación de los daños colaterales, injustificada de todo punto de vista, para validar la destrucción de las viviendas y las bajas civiles en esos bombardeos. Según el gobierno de Netanyahu, se puede asesinar a veinticinco civiles inocentes con un misil y destruir todo un edificio con el fin de eliminar a un comandante de Hamas de bajo rango.
Veremos ahora lo que quiere decir con que hará daño a España. ¿Netanyahu se hará amigo de Pugdemont y reconocerá la república de Cataluña? Estaría buena la cara que se les pondría a los fascistas que apoyan sus ataques indiscriminados al tiempo que se hacen los escandalizados acusando de apoyo al terrorismo a quienes queremos que se respeten las vidas, los bienes civiles y la integridad del Estado palestino.
A cualquiera que tenga dos dedos de frente se le levantará el estómago viendo en las noticias cómo Israel somete a los gazatíes a la hambruna y la sed. Es sorprendente que el PP y Vox no escuchen a sus propios votantes que no soportan la idea de que sus partidos apoyen atrocidades y crímenes de guerra solo para socavar al gobierno legítimamente constituido de nuestro país y servir a sus intereses de partido. No todo vale y no todos los políticos son iguales. Los partidos de derecha y ultraderecha españoles saben que no perderán los votos aunque pierdan la vergüenza y los principios. Es triste que líderes indignos de la población que representan como Abascal, Feijóo y Ayuso arrastren a muchos otros a pensar que la violencia y el crimen se validan para conseguir objetivos. Lo último que hemos tenido que soportar es ver a Abascal reuniéndose con Netanyahu dando así su beneplácito al genocidio en Gaza.
Sinceramente, creo que los españoles de izquierdas y derechas somos mucho mejores que eso. Nos merecemos una política y unos políticos que refuercen los tribunales de cuentas que fiscalizan las cuentas de los partidos, que respeten la independencia de las televisiones autonómicas y no financien libelos y panfletos que luego son citados como base para extender bulos por medios de comunicación alimentados con dinero público. Merecemos que los jueces mantengan la apariencia de imparcialidad y que acaben destituidos o en la cárcel los que prevarican.
Los españoles queremos una democracia limpia y transparente, queremos que nos quiten de en medio a los políticos corruptos, queremos que nuestra política internacional esté gobernada por la decencia y empuje a Europa a ser una unión que sea capaz de imponer a otros países el respeto a los Derechos Humanos por ser una potencia económica con la que no puedan permitirse no comerciar.
Ahora, demos la enhorabuena a Mahmoud Abbas porque su país, Palestina, ha sido reconocido como Estado por tres nuevos países europeos.
Juan Fuertes Guillén.
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