Genocidio identitario

Publicado el 1 de febrero de 2025, 10:14

La tasa de suicidios/intentos de suicidio en la población trans y no binaria en países desarrollados alcanza el 40% según los estudios existentes del National Center for Transgender Equality (2020) y La encuesta de The Trevor Project (2022) . Las causas principales son las políticas de exclusión y el rechazo familiar.

Vemos cómo la administración Trump y partidos políticos como Vox, afines a ideologías de corte ultraderechista antidemocrático, atacan a la esencia misma de la identidad de las personas trans y vuelven a poner trabas que habían sido superadas a la inclusión e integración de las personas trans y no binarias. En España desconocemos el número y el porcentaje de población trans, pero en EEUU el instituto Williams y una encuesta de Galup calcularon en 2022 que la comunidad trans está alrededor de un millón seiscientas mil personas con porcentajes según edad que van del 0,6 al 1,4 por ciento de la población total. Eso supone por transposición que en España puede haber cerca de 250.000 personas trans, independientemente de si han entrado o van a entrar en la transición que las llevará a que su cuerpo refleje físicamente la percepción de género que tienen de sí mismas.

Aparte de los factores individuales como la autopercepción, los factores culturales y sociales tienen una gran influencia en la identidad. En sociedades represivas, no se elimina la transexualidad, esta sigue existiendo aunque no se manifieste públicamente; sin embargo, la persona trans incluirá en su identidad todos los daños derivados de la estigmatización y la exclusión llegando a padecer una transfobia internalizada que lleva a un autocastigo permanente y una violencia manifiesta dirigida a otros individuos trans.

Otro factor constructor de la identidad son las relaciones con parientes, amigos y la sociedad en general. Las sociedades que cultivan el odio a las personas transexuales en forma de rechazo y exclusión social hacen muy difícil si no imposible el refugio de las personas trans en una comunidad, muy al estilo de las “zonas libres de homosexualidad” en la Polonia del siempre demasiado reciente régimen filonazi de Andrzej Duda, que destruyeron las posibilidades de las personas LGBI+ de encontrar un ambiente en el que pudieran desarrollar un sentido de pertenencia.

Excepto algún descerebrado o descerebrada con síndrome de Estocolmo, podemos imaginar el miedo de las personas trans al vivir en una sociedad que apoya mayoritariamente un gobierno homófobo y tránsfobo que acosa de forma activa a las personas que “se desvían” del comportamiento heteropatriarcal impulsado desde los poderes legislativo y ejecutivo.

La nueva administración de Trump prohíbe, igual que lo hizo en la anterior, la presencia de personas trans en las fuerzas armadas como anunció el presidente a través de twitter en 2017 y en su ceremonia de toma de posesión en 2025. También obligó en su anterior legislatura al uso de los sanitarios según el sexo de nacimiento independientemente de su identidad de género e incluso su físico después de la transición, obligando a hombres trans a utilizar los servicios de mujeres y las mujeres trans a compartirlos con hombres por incómodas que las puedan hacer sentir.

En España, a falta de poder negar asistencia sanitaria a las personas trans, los grupos extremistas de la derecha más rancia se empeñan en utilizar públicamente el masculino o el femenino correspondiente al sexo biológico de nacimiento de esas personas negándoles la posibilidad de desarrollarse íntegramente como individuos ya que equiparan la identidad de autopercepción de género con el travestismo; como si fueran alguno de sus militantes hetero que guste de ponerse ropa interior femenina para mantener relaciones íntimas con sus parejas cis heterosexuales.

Es más, manifiestan regularmente su deseo de imponer en las escuelas que el acoso por transexualidad quede impune e incentivan que niños y niñas trans se vean obligados a utilizar las instalaciones de acuerdo con su sexo biológico.

La discriminación y la exclusión nos devolverán a los tiempos en los que la única salida laboral para las mujeres trans sea la prostitución ante el retorno del integrismo nacionalcatólico en los entornos de trabajo.

Las llamadas democracias que acosan a las, les y los trans hasta borrarles todo vestigio de dignidad según su identidad de género intentan llevar a cabo un genocidio identitario que impida al ser humano desarrollar su autopercepción y su comportamiento integrado en la sociedad como persona de género distinto al asignado en el nacimiento. Es un genocidio no tipificado puesto que no causa muertes directas ya que nunca se asignarán los suicidios de trans y no binaries a las presiones y el ostracismo familiar y social que prosperan en entornos de violencia sistémica impuesta por los gobiernos.

Es imperativo que la sociedad civil se fortalezca y tenga mayor capacidad de movilización para enfrentar la ola reaccionaria a nivel mundial y dar apoyo a este colectivo al que debemos los primeros grandes avances en la inclusión de la comunidad LGTBIQ+.

 

Juan Fuertes Guillén

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